Pregón de Fiestas - Benamaurel 2015
“Abril para vivir, abril para cantar. Abril, flor de la vida al corazón. Abril,
para sentir; abril para soñar”.
Son los primeros versos de una de las coplas más emotivas y significativas del
gran Carlos Cano, que nos vienen a pelo a los benamaurelenses.
ABRIL. Se nos llena la boca con este nombre de mes.
ABRIL. Se nos llena el corazón de sentimientos… y todos ellos hermosos.
ABRIL. Se nos despierta la mente, se nos humedecen los ojos. Esa sola palabra
despierta nuestro ser más profundo como hijos de este pueblo.
ABRIL… ¡Qué ‘mesecito’ para el bolsillo... y para la salud! ¡Vaya intensidad!
¿eh?
Este año hemos comenzado muy pronto. Las elecciones… al fin de semana
siguiente Domingo de Ramos, la Semana Santa, Domingo de Resurrección, San
León, Domingo de pregón y Domingo de Fiestas. ¿Alguien da más?
Estaría bien que dosificáramos la fiesta, ¿no? En fin… Nuestro calendario es
así y Benamaurel está preparado para despertar en abril, con la primavera,
todo un sinfín de emociones en torno a nuestras tradiciones.
Este calendario vuelve loco a cualquiera. Incluso a mi radio del coche. Casi no
me da tiempo a cambiar los discos. ¿Para qué quiero comprar el de ningún
artista… si tras sacar del aparato el CD de villancicos ya meto el de Semana
Santa?.
Y claro, este año, con todo tan junto, ha sido sacar el de marchas cofrades y
meter el de marchas moras y cristianas. ¡Esto es un sinvivir! ¡Qué ajetreo,
madre! ¡Y si a eso le sumas que hay benamaurelenses como yo que somos
‘muuu’ apretaos, nos nos conformamos que sólo suene “Sisco”, “Chimo” o
“Paquito Chocolatero” en el coche…¡Sólo con eso no somos lo suficientemente
‘jartibles’. Además tenemos que tener música festera hasta en el móvil, para
que cada vez que nos suene el teléfono todo el mundo se entere que esto es
abril y que los benamaurelenses estamos de fiesta…
Cuánta emoción despierta en un benamaurelense cualquiera de esos acortes.
Es sonar una marcha mora y soñar con la Alhanda una mañana del último
domingo de abril. Sueña Paquito el Chocolatero, en especial cuando ya falta
poco, y veo a todo un cortejo con vistosos trajes bajando por la calle San
León.
La imaginación vuela con estos acordes.
Y nos sirve también para marcar sello, para marcar territorio…
Imaginaros la situación. Mi sobrina Loli en Burdeos de Erasmus. Y vamos a
recogerla. A las puertas de su residencia universitaria -cual campus
americano- llega un coche con las ventanillas bajadas y ‘Paquito’ a todo
trapo. Dentro, mi hermana, la pequeña Angelitas y yo. ¿Qué mejor manera de
hacernos notar y de hacerte ver, Loli, que Benamaurel estaba allí más cerca
de tí? ¿Verdad? Fue emocionante... Muy friki, pero emocionante. Lo que yo te
diga, ‘jartibles…’
Bueno. Suena cualquiera de esos acordes mágicos de cualquier marcha; te
llaman por teléfono -por ejemplo- y la melodía te recuerda que ya falta poco.
Y sueñas, por ejemplo, con las Eras cuando los “Pakkos” van apareciendo el
lunes por la tarde por la cuesta, como avanzadilla de un excelente desfile con
aromas casi de mayo y luces del atardecer.
Benamaurel es así. Y los hijos de este pueblo somos así: enamorados de lo
nuestro.
Estás cambiando la ropa del armario, porque ya comienza a cambiar el
tiempo, y encuentras un pañuelo de la romería, una chilaba… Todo nos
recuerda a las fiestas, todo el año. Y cuanto más se acercan, más pica el
gusanillo.
Miras en la estantería y te encuentras con el librillo de ‘Los Papeles’, o
cualquiera de las excelentes publicaciones con las que ya contamos sobre
nuestra gran celebración.
Somos así.
Y cuando me refiero a los hijos de este pueblo, me refiero a quien siente y
quiere a este pueblo, haya o no nacido aquí. Si Benamaurel se caracteriza por
algo es por su verdadera hospitalidad. Aquí nadie es extraño. Aquí todo el
mundo es bienvenido. Y eso, más que nunca, lo cantamos a los cuatro vientos
en nuestras fiestas, sea en abril o en cualquier momento de nuestro amplio
calendario patronal desde La Ventica a Las Lavanderas.
¿Por cierto? ¿Dónde narices están las Cuevas de las Lavanderas que jamás
nadie me ha sabido fijar el lugar? ¿Son La Mancha? Cosas de este pueblo. Cosas
mías… Como tampoco conozco las minas de azufre ni el Columbario romano…
¡Antonio, me debes una buena turné por nuestro municipio! ¿eh?
Sonar una marcha, pensar en ABRIL, y que afloren los sentimientos hacia
nuestro pueblo y nuestras fiestas, es todo uno. Cierras los ojos; abres el
corazón y la mente… y piensas en Benamaurel. Te emocionas con Benamaurel
aunque lo estés pisando cada día.
Benamaurel es La Marchita, y Cazamara; Benamaurel es la Alhanda, el Almacil
y Los Aguilones; Las Maralas y la Cañada de Cúllar; Benamaurel es su remojón
y la grupina; son sus migas y sus papas “asás” en la lumbre.
Benamaurel es Cuevas de Luna y Puente Arriba; Huerta Real, Cuevas del
Negro, La Mancha y La Tobahita. Son las cuevas de las Hafas del Salto y las
ruinas de Benzalema.
Benamaurel es la eterna doña Carmen sacándole humo a la multicopista de la
escuela (¿te acuerdas?) y otra Carmen, la de Ángel el alcalde, enseñándome
sus fotos y documentos antiguos de la Patrona.
Benamaurel son las casas del Fuerte y el Piñar; y el arroyo del Salar. Son Los
Trancos y las Cuevas de la Blanca; y el Olivar; el Cortijo Cosio y la Cañada de
las Langostas.
Benamaurel son nuestros antepasados de un cementerio que felizmente va a
ser recuperado... y un buen “nochebueno” para la lumbre el 24 de diciembre.
Benamaurel es el río Cúllar y el río Baza; las Esperillas y Macilate.
Todo eso es Benamaurel.
Es una excursión por la ruta del colesterol muy concurrida en estos tiempos y
el rezo de un rosario que recuerdo de niño en las terreras de Los Rincones
cada 25 de marzo.
Es un grupo de amigos comiendo habas con balacao y “salaíllas” en el mismo
bancal.
Benamaurel es un verano cultural con nuestra banda derramando sones de
calidad y una reina cristiana más nerviosa que nunca en la fiesta de “Medio
Año” hasta que su abuelo la abraza y le da paz y tranquilidad.
Benamaurel es un “ángel” ensayando su réplica a Luzbel. Benamaurel es el
recuerdo de don Nicolás y doña Antoñita -mis grandes maestros-; doña Paquita
y doña Nati, y su hermano siempre en la botica.
Benamaurel es el tío Miguel “el Matianero” haciendo pleita y mi abuelo Rafael
rechazando montarse en un coche para visitarnos cada día en San Marcos
porque andando llegaba antes.
Benamaurel es el Maray y las torres árabes de Castril y Huerta Real. Es el
recuerdo de doña Alicia y el de todos los servidores públicos que después, en
la democracia, han trabajado dando lo mejor de sí por nuestro pueblo.
Es un saco de roscas de San León y el arroz de las fiestas del Salto; Es la
Virgen del Sagrado Corazón de Jesús, San José, la Virgen del Carmen, San
Agustín y San Isidro Labrador.
Obviamente, Benamaurel es la Cañada de las Nogueras; el cortijo de la
Tobahia; la Viñas, El Rasmal y el Haufí; la Cañada de Cortes, el Barranco ‘de
la Rería’ (que siempre he supuesto que provendrá de ‘Barranco de la
Herrería’) y, como no, San Marcos. Mi San Marcos: el barrio, su gente y el
Santo.
Benamaurel es una calle llena de bares con fantásticas tapas; es una antigua
calle comercial con los muebles de Orencio, la barbería de Jorge, la
Telefónica con Virginia; el estanco de tus abuelos (Miguel Ángel), la zapatería,
y una pescadería que aún pervive.
Y Benamaurel es el rey moro y el rey cristiano; son Chencho y Arcadio; los
papelistas que son y los que han sido…
Benamaurel es Manolo el de los Muñechos y Miguel el de Fernando; es la Loma
y la Cuesta del Rasmal; es el recuerdo de don Gonzalo y don Gaspar; la tienda
de Juan el de Teodora y la de Juan el de la Cuesta; los retales de Maruja la de
Gonzalo y los de Jose María; y los ultramarinos de Rosita y de Luciano.
Benamaurel es la Cañada y las Casillas; es la tuna de Miguel, los coros rocieros
de la actualidad y el coro parroquial. Es Amancia Burgos y los señores de la
lápida que apareció en la restauración de la Iglesia. Es el barrio de Las
Yeseras y los bares de Calderón de la Barca.
Es un dibujo a carboncillo de Francis el médico y una foto de Antonio con
colores imposibles desde el Collado con la iglesia de fondo y Jabalcón a lo
lejos.
Benamaurel es un concurso de migas, un castillo hinchable en la calle del
ferial y el Sapito Loco. Es una matanza con 4 marranos que reúne a toda la
familia cuando ya hace frío de verdad; y un pasacalles de la agrupación
Benzalema recogiendo por la misma época a los nuevos músicos.
Benamaurel es la labor callada e impagable de la asociación Esperanza y las
mujeres mayores haciendo ejercicios que nunca habrían imaginado.
Es un traslado histórico con todas nuestras imágenes devocionales en una
tarde en la que mi padre empeoró. Es la Virgen de la Cabeza bajando para
encontrarse con San León y girándose en las Casillas para saludar a mi prima
Ángela en su silla.
Mi pueblo es una noche de San Juan en el “vado” del Salar; y cualquier acto
en el Salón Limonchi.
Benamaurel es Celín y Minardo; y unos ‘Papeles’ a caballo en las eras de la
calle Nueva; o en la actualidad, con el mejor sentido literario y escénico
posible en la Cañada.
Benamaurel es un castillo de fuegos artificiales una noche de un último
sábado de abril y un pasacalles para despertarnos un lunes por la mañana tras
un domingo de romería interminable.
Benamaurel es una novena con la Iglesia repleta y un libro de fiestas
escudriñado por unos ojos emocionados. Es un bancal de ‘papas’ en la vega,
un olivar en el secano y un almendro en flor en la carretera de Castril.
Mi pueblo es un envío de alimentos a El Salvador con una excelente respuesta
y una cuestación contra el cáncer solidaria. Y también es una manifestación
con eco nacional por una vecina que no queremos que deje de serlo nunca: o
el tío de las lechugas produciendo hortalizas y trabajo para decenas de
paisanos.
Benamaurel es un desfile de presentación de las comparsas; una reina que
sabe que le quedan dos minutos para acabar su reinado; y otra nerviosa para
ser coronada subiendo por las escaleras de la iglesia.
Es un cruce de banderas y espadas en la consagración; y unas alabardas a
modo de viejas insignias como recuerdos de una tradición felizmente
recuperada por don Francisco.
Benamaurel es el recuerdo de don Juan y don Torcuato; es una vigilia pascual
con una procesión del Resucitado que acaba con Sanjuanillo por los suelos; y
unas habas en martes para terminarlo todo, cuando ya casi no nos quedan
fuerzas.
Benamaurel es la barriada de las Cuevas de la Blanca y los numerosos molinos
y almazaras de las que quedan aún abundantes restos que estaría bien algún
día conservar.
Mi pueblo es la ilusión de un grupo de músicos ensayando cada día con frío o
calor; y grupos de familias acogiendo antaño en sus casas a la banda del Ave
María de Granada para que tocara en las fiestas.
Benamaurel es todo eso.
Y son sus gentes que se afanan cada día por salir adelante convirtiendo a este,
en un pueblo próspero, más allá de los problemas generales de nuestros días.
Benamaurel es su entorno; sus secanales; su cañadas y su rica vega.
Es su río, que lo conforman las lágrimas que la Sagra le envía a Jabalcón por
no soportar su forzosa separación geográfica.
Y Benamaurel es su historia, la que creció desde las manos de un rico genovés
hasta el emblema de la Casa de Alba que hoy da forma a nuestro escudo.
Benamaurel son sus cuevas y su industria. Pero Benamaurel, es, sobretodo, su
gente.
...Y es su gente solidaria. Su gente trabajadora. Su gente abierta. Su gente
hospitalaria. Su gente que trabaja todo el año con la ilusión en ahorrar para
unas fiestas que viven su mejor momento desde que se conformaran hace
siglos.
Benamaurel es esa gente que durante meses prepara sus trajes y vende lotería
para su hermandad o su comparsa. Es esa gente que sueña con ofrecer lo
mejor de sí en esos cuatro días mágicos de finales de abril.
Benamaurel es la ilusión de una reina, los nervios de un papelista, la emoción
de una novena... y una devoción compartida.
Benamaurel es todo eso. Y Benamaurel es, cómo no, la Virgen de la Cabeza
cuyas fiestas me honro hoy en pregonar.
...
Es Ella. La que nos ilumina en esas jornadas festivas ya tan cercanas; la que
nos acompaña todos los días de nuestra vida, los festivos; los alegres… y los
sombríos.
Ella, María. La Virgen de la Cabeza. El símbolo de nuestro pueblo. La unión de
nuestra gente. Referente para grandes y pequeños; creyentes e, incluso, no
creyentes. Es el germen de nuestra fiesta, el motivo de nuestra alegría, el fin
de nuestros preparativos y la ilusión de cada abril.
Oh, Madre mía de la Cabeza,
¡Oh, Virgen pura de nuestros días!,
que llenas las noches de alegrías
y alegras con mañanas la tristeza
¡Oh, tú, bella flor entre las flores!
¡Este tu pueblo, aquí a tu vera
que espera la nueva primavera
sintiendo en tu rostro mil amores!
Tú, oh Reina de Benamaurel,
inflama de amor los corazones,
que sean por sí dignos pregones
de la belleza que rindió a Luzbel.
Alivia, madre mía los pesares
de tus hijos dispersos en el mundo
para que hagan en pecho profundo
el más hermoso de los altares
consagrados siempre a tu realeza.
¡Y este es tu siervo que pregona
las fiestas en honor de su patrona!
¡Viva la Virgen de la Cabeza!
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Buenas tardes. Bienvenidos. Bienvenidas. Señor alcalde de Benamaurel,
concejales, Hermandad e Insignias de la Virgen de la Cabeza, sacerdotes de
nuestra parroquia, directivas de las comparsas; festeros; papelistas, reinas
salientes y entrantes, amigos y vecinos todos… Querida familia.
Gracias. Mil gracias. No podéis ni imaginar el profundo agradecimiento que
siento hacia todos vosotros. A quienes me habéis encargado la difícil tarea de
pregonar vuestras fiestas, nuestras fiestas, mis fiestas. Y quienes habéis
creído, falsamente, que yo podía estar a la altura de una celebración
centenaria que cada día estamos engrandeciendo. A quienes me acompañáis
hoy, ¡gracias de corazón!
Somos herederos de un gran tesoro. Y todos los que estamos aquí, tenemos la
oportunidad -pero también la obligación- de mantener no sólo la devoción a la
Virgen de la Cabeza sino el legado antropológico y literario de una fiesta única
que hoy quiero alabar y difundir a los cuatro vientos.
Gracias Eduardo por tu presentación. Me conoces muy bien. Y yo a ti y a
Paqui. Nunca se puede olvidar al que te mete en su casa y te da de comer. Y
vuestra Carreta Rociera es vuestra casa. Amén de nuestros gorroneos varios en
tardes de asueto.
Gracias amigos ‘granaínos por venir’. Gracias a los componentes de la
expedición de Ser Cofrade que hoy me acompañais. ¡Cómo me alegráis la
vida! Os tenéis el cielo ganado por soportarme. Gracias a los que estáis, y a
los que nos quieren desde la distancia. Gracias Aitana. Gracias Cristina.
Gracias Mariano por estar aquí hoy. Querido Mariano. Aunque nos veamos de
uvas a peras, quiero que sepas y quiero que sepan todos que eres uno de los
pilares éticos de mi vida.
Gracias a todos por este momento tan especial. Gracias a mi familia por
haberme dado todo para, con mis miserias y mis virtudes, ser hoy como soy.
Gracias por haberme transmitido valores que creo esenciales para mi vida.
Gracias por haberme transmitido el amor a mi pueblo y a nuestras tradiciones.
Gracias por vuestra mejor herencia: mi amor a la Virgen de la Cabeza.
Gracias a mi madre, a mi hermana, a mis sobrinas, a Sergio. Gracias Aitor por
haber llegado para hacernos a todos la vida mucho más feliz. Gracias Enrique
por estar a mi lado cada jornada de nuestro duro caminar.
Gracias a mi madre que me enseñó de pequeñito que tenía además otra
Madre. Gracias a quienes me han acercado a Ella se llame Cabeza, Dolores,
Angustias, Aurora o Rosario.
Gracias a Eduardo y Paqui por adentrarme por los caminos del Rocío. Gracias
Eduardo por tu Concha y tu pasión albaicinera. Gracias Eli y Rafa por meterme
de cabeza en vuestra hermandad de la Blanca Paloma. Gracias Enrique por
contagiarme desde el primer día esa otra devoción personal mía de las
Marismas. Gracias Sergio por ofrecerme a tu Estrella.
Gracias María por acercarme a la Luz.
Gracias Dani por sentirme hijo de tu Alhambra. Gracias a
Antonio y a Jorge por cederme un ratito a vuestra Mayor Dolor a quien pude
acompañar en Roma en el año 2000. Gracias Enrique por tu Merced. Gracias
Trujillo por tu Caridad. Gracias David, hermano. Gracias por tu Consolación.
Gracias Jaime por acercarme con tu sensibilidad los amores más escondidos
de la Semana Santa que tanto nos ocupa. Gracias José Antonio por tu amistad
y tu bonhomía. Y gracias Elena y Ana por estar aquí, por vuestra amistad y por
prestarnos a vuestros “comunicadores cofrades”.
Os agradezco que estéis aquí. A todos. Y no estoy loco, no. Gracias también a
mi padre. Creo firmemente que él nos acompaña aquí y ahora. Como me ha
acompañado en cada instante de mi existencia. Como os contaba en el libro
de fiestas, él es ahora el más presente en mi vida aunque esté físicamente
ausente.
Cuando estos días toque preparar la bandera cristiana de la hermandad, como
tantas veces hizo mi madre para que él la llevara, él ya no estará físicamente
aquí; pero si lo podré ver en el actual abanderado.
Y lo veré, porque estará de verdad a nuestro lado, cuando sea Sábado de
Fiestas y nos acerquemos a cualquier lugar con barullo de preparativos. Allí
estará él.
Y cuando comience el desfile, estará él y toda la familia despidiendo a las
reinas en la Cañada, como ocurrió aquel año en el que iba a ser coronada
Vanessa. Curiosamente fue la única vez que me vestí de moro para acompañar
a mi sobrina (¡qué guapa ibas!) en ese desfile en el que estaba tan nervioso
como ella.
Qué os voy a contar de nervios a vosotras, las nuevas reinas, Vanessa y Josefa
María. ¿Cuántas tilas lleváis? Cuántas preocupaciones acumuladas, cuantas
infusiones bebidas, cuántas ilusiones ya vividas. Y las que quedan... Gracias a
aquella experiencia sé lo que estáis viviendo. No os perdáis ni un momento de
esta película que para Jeni y para María Jesús está a punto de acabar.
Cuántos preparativos; cuántos madrugones en plenas fiestas para la
peluquería, el maquillaje… Cuántos viajes a esos pueblos de Alicante. Escoger
el vestido, pruebas…
Esto solo lo disfrutáis vosotras y vuestro entorno… Bueno, vuestro entorno,
también lo sufre un poquito.
Qué ilusión la llegada del traje de una reina. La verdad es que pensar en los
trajes, elegirlos, buscarlos, que vengan, que nos los probemos… Eso es
hormigueo y experiencia ilusionante para todos los que nos hemos vestido en
algún momento en las filas de los Moros, los Pakkos o los Cristianos.
Al final es algo que bulle todo el año. Es un motivo de ilusión durante doce
meses. Y es que las fiestas comienzan, gracias a los proyectos venideros,
gracias al trabajo por hacer, gracias al esfuerzo colectivo... cada miércoles de
resaca.
Aún recuerdo aquel año tan especial... Todos detrás de Vanessa… Cómo
estaba y cómo disfrutó su madre; cómo disfrutó su padre, cómo disfrutaron
sus abuelos.
En especial su abuela Adolfina, a la que recuerdo (mama) cosiendo hasta el
último momento cuando desde muy muy pequeñas tanto Vanessa como Loli se
vestían tanto de moras como de cristianas para engrandecer la fiesta. Luego
se hicieron mayores, y solo recuerdo a las tres disfrutando de estos días hasta
la extenuación.
Por ejemplo, me viene a la mente Loli haciendo la croqueta en Calderón de la
Barca con sus numerosos amigos llegados desde todos los puntos del país para
disfrutar de estos días. Porque eso, el comer, beber, y el disfrutar con los
amigos, también es propio y esencia de nuestra fiesta.
En el mismo momento en el que me propusieron ser pregonero recordé esos
momentos. Recordé a toda la familia, recordé a mi padre. Justo, papa, el año
en el que tú no estás, aquí quieren que esté yo. En fin… La vida y sus tiempos.
Pero tu estás con nosotros como estuviste siempre. Como estuviste, como
estuvimos todos, al lado de tu nieta al año siguiente de su reinado. Qué año
tan especial aquellas fiestas de 2004.
Era sábado y Vanessa tenía que volver a salir de su casa como reina para
coronar a su sucesora. Sin embargo, faltaba su madre. Nunca podré olvidar
aquel pellizco. Mientras Nati, su madrina, y todas las vecinas, acudieron para
vestirla, tú, padre, te mantuviste firme. Yo no tuve fuerzas para cruzar la
calle. Mi hermana, tu hija, estaba recién operada en el hospital. En Granada.
Y su madre, y mi madre, con ella. Qué día tan feliz y tan amargo a la vez.
No podré olvidar nunca aquellas fiestas. Tuvimos que hacer de tripas corazón.
Estos días he repasado las fotos y te he visto, padre, con tu bandera en la
escalinata de la iglesia. Junto a la Virgen. Y junto a tu nieta traspasando su
corona.
Y te he visto saliendo para el Cerro el Domingo por la mañana. Y te he visto
llegando a la traca de las Casillas, momento que Angelitas y Adolfina pudieron
vivir gracias a mi teléfono móvil y gracias al teléfono de la casa de Juan Félix.
María dejó la procesión, entró a su comedor y llamó a una habitación de la
segunda planta del hospital de Traumatología para que ellas no se perdieran
ese momento.
Y es que hay momentos muy significativos de nuestras fiestas en los que -
seguro que os pasa- una traca u otro detalle os recuerda algo especial. Para
mi, los cohetes son el símbolo que más fácilmente me llega de las plegarias de
los benamaurelenses.
Por eso, las tracas son para mi momento de especial emoción y hasta de
oración personal. Con esas ofrendas van muchas ilusiones de nuestros vecinos;
con las palmas reales suben al cielo nuestras oraciones como incienso, cual
verso del salmista.
Por eso cada año espero con ansia la bajada de la Virgen por la Alhanda. Por
eso espero la traca que siempre hemos conocido como ‘la de los Barberos’.
Por eso siempre espero con ilusión la traca del campo de fútbol, heredera de
la grande de las Casillas.
Y ahí también te veo ahí, padre. Estando ya enfermo sacaste fuerzas para
llevar a la Virgen unos metros desde la puerta de tu amigo Juan José el
carpintero hasta la traca del Control. Y ahí te veré siempre…
...
La Virgen para. Precisamente en ese punto. Frente a la rampa de la zona
deportiva. La comitiva se detiene. Van a subir al cielo las ofrendas de muchos
de tus hijos, Madre.
Como herencia de nuestra historia industrial, vinculada a las minas de azufre,
los hijos de Benamaurel llevamos muy dentro el significado de la pólvora.
La Virgen para. Va a sonar nuestra mayor ofrenda sonora. Se acerca Pedro
Antonio. Enciende la mecha. Los hijos de Benamaurel contienen el aliento. Es
nuestra forma de decirle gracias a nuestra Madre. Es nuestra forma de
celebrar la fiesta. Suenan los petardos. El cohetero hace su trabajo.
SUENA UNA TRACA REAL
Nuestras fiestas son momentos. Son sensaciones. Son colores, lujos, brillo y
esplendor de nuestros trajes y los desfiles de las comparsas. Son sonidos. Es la
música de las bandas que nos acompañan. Es la melodía que conforman esos
cohetes que suben al cielo.
Cuando sea Lunes de Fiestas y pases, Virgen de la Cabeza, por la Cañada
sonará otra de tus grandes tracas. Y entonces saldrá Eduardo a la puerta de su
bar. Ahí lo veremos por siempre como parte también de la historia de
Benamaurel.
Y también te recordaré en ese momento, padre. Ese momento que para
siempre se ha quedado en mi memoria como aquella oración que elevamos
juntos al cielo en aquel Lunes de las fiestas de 2002 cuando tu hermana
Rosalía estaba ya viviendo sus últimos días en el hospital. Otro sentimiento
unido a la familia y unido a los cohetes de nuestras fiestas.
Y también te recordaré cuando la Virgen suba a la Eras y otro gran estruendo
se forme en el Collado. En aquel bello lugar desde donde se divisa todo
nuestro pueblo, casi todos nuestros anejos, casi toda nuestra vega… casi toda
nuestra comarca.
Allí volverá a sonar otra en Lunes por la tarde y allí estarás tú. Como estuviste
el año pasado sentado en la silla que te sacó ‘la Mari’ para que esperaras la
procesión.
Y allí recordaremos aquel Lunes de 2004 en el que Angelitas recibió el alta y
pudo subir a ver el desfile, a ver a sus hijas, a verte a ti, Virgen de la Cabeza,
envuelta en un mantón de manila que disimulaba el pijama.
Y te recordaremos, padre, 100 metros más adelante, cuando la procesión baje
la cuestecilla. Y ahí, cuando el cortejo gira hacia el pueblo, veremos a la
derecha a tu hermana María Jesús. Ahí aguardaban ella y Urbano a ver pasar a
la Virgen.
¡Cuántos recuerdos!
Recuerdos que con lo de la traca del Campo de Fútbol me dejé antes, un
Domingo de fiestas, en ese punto central de la Romería.
Estamos en El Control. Ahí te volveré a echar de menos, padre. Y ahí te veré
junto a tu hermano Juan Antonio. Quizás este año ya no pueda salir la tita
María ayudada por el ‘Ñoñi’. Pero los recordaré a ambos, mis padrinos. Y no
olvidaré el año en el que todos lloramos cuando la tita y el tito se acercaron
al trono de la Virgen nueve meses después de haber despedido al primo Kiko
de nuestras vidas. De sus vidas.
Estamos en Cuatro Caminos. Es Domingo de Fiestas y miles de personas se
agolpan en ese punto. Ya han disfrutado de los Pakkos, que hace rato llegaron
a la ermita. De los moros… Algunos ya descansansando en el suelo porque no
pueden más. Los cristianos suben la cuesta de Los Salitres. Y miles de ojos se
dirigen ahora hacia la Virgen de la Cabeza en ese punto que desde arriba,
precisamente por ser uno de los de mayor concentración, parece un mar de
cabezas.
Ya llega Ella a su barrio. Avenida Virgen de la Cabeza. Bueno, en la placa
pone ‘calle’. ¿Recordáis cuando entraba a las Casillas? Mama Rosa, no te
preocupes. No se me olvidará tu docena de cohetes.
En ese punto del desfile miro a la derecha y aquí, padre, también te veo.
Como en tus últimas fiestas: las del año pasado. Sacaste fuerzas para
acompañar a la Virgen desde ahí hasta la ermita.
Y entonces, giro la vista al otro lado y veo a la tita Josefa que sale a la
barantilla de las Casillas blancas. Cierro, los ojos, y por un momento recuerdo
también ahí apostado al tito Cándido. Y también ahí mismo recuerdo en mi
mente a Josefa con su hermana Ángela, viendo ésta a sus hijos desfilar.
¡Cuántos recuerdos!
Os cuento mis recuerdos porque mientras vamos desfilando, mientras que
vamos con la Virgen, mientras que portamos nuestra insignia o vamos saludando
a los amigos y familiares que hace tiempo que no vemos, nos vamos
dejando llevar por las sensaciones que otras fiestas han ido dejando como
huella en nuestro corazón.
Estos son mis recuerdos. Pero seguro que son parecidos a los vuestros. Porque
nuestras fiestas también sirven para eso. Para aflorar nuestra respectiva
historia personal. Y amores que nunca dejarán de serlo por mucha ausencia
física que tengamos que afrontar.
Por eso, padre, el año pasado, también en esa barandilla de las Casillas
blancas vi a la tita Juana. Y también vi al tito Serafín. Otro padre para mí.
Querida tía. Tu no lo sabes. Nunca me he atrevido a decírtelo. Pero tengo una
foto guardada del tito Serafín de ese su último Domingo de Fiestas echado en
la reja. Ya sin fuerzas pero con entereza, junto a sus hermanas Ángela y
Josefa; junto a ti, Juana y junto a mi hermana, que le quita el sol con una
sombrilla.
Por eso cuando cada Romería paso por ahí, me acuerdo de él y me acuerdo de
que dos días después de esa foto nos pasamos el Martes de Fiestas íntegro con
él en el hospital. Fueron sus últimos días.
...
La Virgen entra en los pinos. ¡Cuántas emociones contenidas!
Otro Domingo de Fiestas más atraviesa el arco y cientos de personas, desde la
ermita, desde ese punto más elevado, disfrutan del espectáculo de la llegada
de la comitiva. Aún recuerdo la misa de campaña en el Cerro. Aún recuerdo a
las familias que comían en el entorno acompañando a la Virgen.
El trono llega a la puerta y Benamaurel hace un corro para la Jura de
Bandera. Veo al niño de los Barberos y sonrío pensando en que nuestras
tradiciones están a salvo con las nuevas generaciones. Y cuando veo a Zoilo
jugarla, veo también a su padre, tantos años abanderado. Y veo a Elvira
haciendo lo que puede con el trapo. Qué recuerdos, Elvira. Tus “vivas” a la
Virgen, al pueblo, al alcalde, al cura, a todos... Echo tanto de menos todo eso
como muestra de una época que ya se fue.
Es Domingo de Fiestas y comemos toda la familia junta en las Casillas. Mis
abuelos Rosa y Rafael han preparado un buen ágape. Y nos volvemos a reunir
todos los que podemos.
Y este año, justo dentro de 8 días, volverán a estar ellos con nosotros. Y
volverás a estar tú también, Manuel, con todos. Y este año, tú también, tito
José volverás a estar en medio de nosotros compartiendo tu propio vino del
país. Tita Encarna, no faltes, por favor, porque él no lo hará. Y más este año
en el que tenemos más cosas que celebrar con una nueva vida de camino.
¡Que dicen las chiquillas que nos las esperéis! Que comen en la barraca...
Las fiestas son recuerdos. Son momentos para compartir con la familia. Y con
los amigos. ¿Recordáis compañeros cofrades nuestra Passio Benamaurelensis?
¿Recordáis la olla en pepitoria de mi madre que nos comimos en San Marcos al
mediodía? Estaba riquísima, mama. ¿Recordáis la particular procesión que
montaron nuestros Antoñicos?
Son momentos para vivir con los amigos de aquí y con los que vienen de fuera.
Son momentos para compartir. Para vivir con intensidad. Y para recordar a los
benamaurelenses ausentes.
….
Antes animaba a las reinas a vivir estos días exprimiendo hasta el último
minuto. Cuando Carolina (gracias por tu ayuda, Caro) me llamó para
comunicarme mi elección como pregonero, pensé en todos esos momentos.
¿Recordáis Paqui, Enrique, Eli, Rafa, Eduardo? Estábamos en tu campo, Edu.
Me pasé llorando media hora.
Hacía pocas semanas que mi padre se había marchado y ahí estaba yo con esa
responsabilidad justo cuando él ya no estaba. Pensé en tí, padre. Y también
pensé en que coincidiría este año tan especial con el de Josefa como reina
mora. Pensé en tantas cosas… Aquella noche me estallaba la cabeza. Pensé en
tu abuela Pepa, tan presente siempre en mi vida. Tu no la conociste pero para
mi fue como una tía más. Y estoy convencido de que ella también estará
acompañándote en estos días tan especiales para ti, para tu abuelo, para tu
madre y para toda la familia. Vas a vivir momentos únicos. Aprovéchalos.
Este mensaje también es para ti, Vanessa. No sois las ‘mises’ del pueblo. Sois
las reinas. Vais a encarnar la ilusión de muchos festeros que, dentro o fuera
de las filas, van a vivir momentos únicos.
Y yo recordaré todos los vividos con mis sobrinas. Y mis propios momentos
vestido de cristiano. Recuerdo aquella primera vez disfrazado de mosquetero
con un traje prestado.
Y recuerdo aquellos primeros vestidos que sirvieron como ilustración de lo que
podía ser nuestra fiesta allá por 1978. ¿Recordáis aquella vieja foto de dos
trajes muy básicos hecha como muestra en la biblioteca del colegio?
Recuerdo que mi madre cosió algunos de los primeros trajes de nuestras
primeras fiestas con desfiles.
Y recuerdo una barraquera de la pequeña Loli que no quería vestirse un
sábado de fiestas para el desfile con el precioso traje que le había hecho su
abuela Adolfina y que tantas veces se había probado.
Y recuerdo el desfile tan especial de Angelitas en otras fiestas para el
recuerdo, unos meses después de haber pasado por un amargo y horroroso trago de salud.
Y recuerdo cómo llevó ella tomado a Aitor en sus primeras
fiestas como “pakko” con solo seis meses de vida desde la Cañada a la Plaza.
¡Qué momentos, Angelitas! Cómo me ayudó la Virgen a sobrellevar aquellos
duros días a las puertas de la UCI, donde estábamos todos. Hasta Loli que vino
de Francia pasando el peor viaje en autobús de su vida.
Cuantas veces tarareé tu himno, Madre de la Cabeza, para poder calmarme
mientras aguardaba desesperado en el pasillo -como todos- alguna noticia de
la niña.
Cuántas oraciones por tí, Angelitas. Nuestras y de todos. Cuántas plegarias.
Estoy seguro de que Ella, la Virgen de la Cabeza, te dio fuerzas para salir de
aquel trance. Estoy convencido de que Ella intercedió ante su Hijo, para que
los médicos pudieran salvarte.
Estoy convencido de que Ella, como madre, iluminó aquella noche a tu madre
para estar pendiente de aquella fiebre que no era normal.
Solo una madre, como la Virgen de la Cabeza, pudo iluminar a otra madre
para que llegara justo a tiempo al hospital en aquella madrugada. La iluminó
además para que lo hiciera gritando desde la puerta a los médicos el terrible y
certero diagnóstico.
Solo una madre, como María, puede ayudar a otra madre, como la tuya, como
mi hermana, a hacer eso. Gracias hermana. Gracias Virgen de la Cabeza.
…
Las fiestas de Benamaurel son recuerdos. Son la visita de los amigos. Son la
ilusión de un traje espectacular. Son unos ‘Papeles’ inolvidables. Son unos
papelistas que emocionan. Son el trabajo de mucha gente durante muchos
meses, a veces en la segunda fila, en el Ayuntamiento, las Comparsas, la
Hermandad… Son muchos décimos de lotería vendidos… Son la ilusión de las
insignias anuales, herencia de aquellos benamaurelenses que trabajaban una
semana en el azufre para costear la fiesta.
Las fiestas de Benamaurel son miles de sensaciones que se agolpan. Son el
fervor al mirar a la patrona. Son las emociones que provoca una buena marcha
mora o cristiana. Son los nervios por llegar a tiempo y los sufrimientos por
vivir -sin poder- otro desfile más cuando ya no sientes ni los pies.
Las fiestas de Benamaurel son un recuerdo de Araceli, gritando ‘vivas’ gitanos
a la Virgen de la Cabeza, siempre junto a su trono.
Serán siempre el recuerdo de Domingo 'el Meloso'; de Mercedes, la madre de
los Barberos con su insignia de toda la vida. Es José el “Burrito” y Antonia 'la
del tío Sordillo' con las otras insignias de flores; y la de Bernardo.
Y es Manuel ‘el de las Eras’, con quien mi padre Manuel tuvo una excelente relación
con la Virgen como devoción compartida.
Son Miguel y Manolo ideando con don Juan, el cura, la fiesta que hoy
conocemos. Son los recuerdos de mi madre adaptando cada año el traje del
Ángel. Son los monólogos de un Luzbel resentido con un texto hermosísimo.
Son la sed de venganza de un rey moro que emociona. Son el llanto
desesperado de un capitán cristiano arrepentido que nos hace llorar a todos.
Las fiestas de Bemamaurel son las migas tradicionales de la plaza, los
pregones hasta hace poco desde el balcón del Ayuntamiento, y la coronación
de las reinas con todo lleno.
Nuestras fiestas son la vistosidad y el esplendor de unos desfiles imposibles en
número, porque participan más personas de las que podría suministrar un
pueblo de la dimensión del nuestro.
Las fiestas de Benamaurel son la implicación más completa que he visto en un
acontecimiento de jóvenes, niños y mayores. Es la acogida generosa de todo
el mundo a todo el mundo con los brazos abiertos.
Nuestras fiestas son las llamadas de quienes esos días están lejos. Son los
recuerdos de quienes ya no están.
Son Antonio Troyano, ahora vestido… ahora haciendo fotos por doquier… Son
las fotos colgadas en la Cañada “que a ver cómo no las compras para que
luego estén rodando por ahí…”
Nuestra fiesta es una reina mora que va a ver trajes y la para la Guardia Civil
en un control. “Claro, como somos cinco mujeres en el coche”, dice una… Es
una familia medio-de-San- Marcos, medio-del-pueblo, ideando cosas para que
su hija brille en “El Gran Sábado”.
Es una reina cristiana, que como su compañera mora, entra en pánico cuando
se entera de que cada día de las fiestas tendrá que pasar tres horas en
peluquería y maquillaje antes de que empiece todo.
Nuestra fiesta es una reina mora que le pregunta cada día a su madre si le
entrarán los trajes, y que recuerda sus mejores momentos desfilando por El
Collado. Y es una reina cristiana nerviosa porque justo este viernes de
vísperas tiene un examen. Y no es por la mañana, no… Por la tarde. Para
fastidiar más.
Las fiestas de Benamaurel son los momentos de las barracas a rebosar tras los
desfiles. Son una buena pachanga con todo el mundo detrás con traje o sin
traje.
Es un castillo de fuegos artificiales animado por una banda de música. Son las
verbenas en la carpa. Es un chocolate con churros para terminar la noche. Son
unos buenos pinchitos con una cerveza.
Nuestras fiestas son gente vestida y desfilando que ni conoces… ni falta que
hace porque aquí todo el mundo es de Benamaurel.
Es una reina mora a la que se le olvida todo lo que tenía pensado decir en su
presentación de la Fiesta del Medio Año. Y una reina-madre advirtiéndole:
“Este año nada de cubalibres, Josefa María”.
Son un atardecer con la Virgen pasando por las Eras con la Vega de fondo, con
la iglesia de fondo y con Jabalcón a los lejos con los ecos de una devoción
hermana.
Las fiestas de Benamaurel son la suma de pequeños detalles. Es una mujer
descalza, un devoto andando de rodillas en una madrugada de Domingo de
abril en los años 70 desde la iglesia a la ermita.
Es una banda recogiendo a una reina en su casa. Es una familia agasajando a
decenas de personas justo antes de que la niña de la casa salga para
coronarse.
Nuestras fiestas son banderas ondeando delante del trono de la patrona;
numerosas bandas de música alcanzando la fibra de las emociones profundas;
el recuerdo de las carrozas que abrían la Romería hasta el año 77...
Son billetes colgando de una cuerdecilla tras el manto de la Virgen; son un
puestecillo de recuerdos; un Niño Jesús que mira al pueblo con la cabeza
girada…
Son una jarana sana en cualquier esquina; una reunión de amigos en la cueva
de uno de ellos; una invitación para tropecientas personas en tu casa…
Las fiestas de Benamaurel son una visita a la Virgen en su ermita a media
tarde del Domingo… los Cristianos subiendo solos con la hermandad al Cerro.
Son los moros bajando por el Bendo el Lunes por la tarde.
Son las batallas de Los Salitres y el Centro de Salud.
Son la emoción de quien mira desde el balcón, de quien engalana su casa
porque pasa la Virgen.
Son la algarabía de los “Pakkos” por donde pasan. Son los Moros cubriéndose
la cara tras la batalla perdida. Son la ilusión de los Cristianos por la
recuperación del botín bendito. Son la entrada a la Plaza de todas las
escuadras tras la procesión del Lunes por la mañana.
Nuestras fiestas son el recuerdo de cucañas y corridas de cintas para las que
hoy no habría sitio en un programa continuo y agotador.
Son los esfuerzos de la Comisión de Fiestas, del Ayuntamiento, de los
festeros, de las Comparsas, de la hermandad, de la parroquia... por que todo
salga bien.
Las fiestas son el debate de quién es el pregonero. (Este año no habéis
acertado, chicos).
Son una retahíla de músicos buscando su sitio para dormir. Es una diana
floreada que maldita la gracia que hace cuando te acabas de acostar hace 10
minutos…
Son una bolsa de habas en La Cañada. Es una cronista oficial escudriñando
toda su vida en los archivos para que conozcamos más de nuestro pasado y
buscando antaño, en sus ratos libres, patrocinios para el libro de fiestas.
Es un joven historiador que está poniendo patas arriba lo que sabíamos de
nuestro pueblo y de una tradición centenaria y común con cientos de lugares
de todo el mundo hispano.
Las fiestas de Benamaurel son una obra de teatro donde la Virgen es un
personaje más. Es un papelista que anuncia que le sacará las muelas al
sacristán. Es el trono guardado en la cochera de Lola ‘la de los Muñecos’
cuando llueve. Es el olor a pólvora.
Es una suelta de palomas hace seis décadas cuando se coronó esta nueva
imagen de Navas Parejo.
Es la visita de los Santos Médicos y la Piedad de Baza para acompañarnos el
Lunes. Es el recuerdo de Amador con su carro de los helados en el Cerro.
Es el coro de Miguel cantando su sevillana a la Patrona de Benamaurel:
“Somos moros y cristianos y después de este Rescate, todos seremos
hermanos”.
Es el abrazo a un amigo que ha venido de lejos para quedarse prendado por
este espectáculo para los sentidos. Es el pequeño ramo de flores que alguien,
sin poder, deposita el sábado en la reja de la ofrenda. Es un viaje -qué
menos- en los coches de choque.
Es una pelotera delante del “Tío del Vino”, el lugar más animado de todo el
ferial. Es una noche hasta las tantas...
Todo eso forma parte de las Fiestas de Moros y Cristianos de Benamaurel en
honor a la Virgen de la Cabeza.
Y os lo cuento porque me habéis elegido para ello: para que pregone estos
días grandes que se nos avecinan. Para que os ponga en alerta a los de aquí y
para que despierte curiosidad atrayente en los de fuera.
Todo esto es parte de la esencia de nuestras fiestas. Aunque después cada uno
vive las suyas y las guarda para siempre. Con sus momentos buenos y con los
recuerdos que le marcan. Espero no haberos aburrido con los míos.
Así son nuestras fiestas.
Pero además me gustaría que fueran aún más participativas (por pedir que no
quede). Que recuperáramos aún más la esencia de la celebración, de la que,
bien es verdad, que muy poco nos hemos desviado.
Me gustaría que recuperáramos nuestro propio Cascamorras, que se perdió con
el último benamaurelense que lo encarnó, Ramón ‘el Porras’.
Me gustaría que fueran unas fiestas aún más atrayentes para aún más gente.
Me gustaría que duraran más días. Bueno… eso no, que no hay cuerpo que lo
resista.
Me gustaría que se formara un cuerpo de horquilleros y, cómo no, me gustaría
que se nos reconociera lo que es de justicia: la Coronación Canónica de la
Virgen de la Cabeza cuyo expediente por ahí estará durmiendo el sueño de lo
injusto.
Y me gustaría… que todos lo pasáramos bien.
Dejemos, pues, unos días nuestras preocupaciones aparcadas y dediquemos
unas jornadas a la diversión sana y desenfrenada, perfectamente compatible
con la tradición y el cuidado de nuestras tradiciones.
Dejémonos llevar, pues. Dejémonos llevar por el peso de nuestra historia.
Lancémonos a la fiesta, a la convivencia, al compartir.
Vivamos como nunca nuestras Fiestas de Moros y Cristianos. Yo lo haré. Y lo
haré con todos vosotros, con mis amigos, con mi familia aquí presente… y,
cómo no, con mi padre, que seguirá estando con nosotros al lado del trono de
la Virgen de la Cabeza.
Felices fiestas a todos.
¡Viva Benamaurel!
¡Que vivan nuestras fiestas de Moros y Cristianos!
¡Vivan nuestras reinas!
¡Vivan los papelistas!
¡Vivan todos los festeros!
¡Viva nuestra hermandad!
¡Vivan los benamaurelenses!
¡Viva la Virgen de la Cabeza!
Rafael Troyano Valdivieso
Benamaurel, 19 de abril de 2015